Con el paso de los años las necesidades sociales y culturales van cambiando, la educación se transforma tratando de satisfacerlas. Actualmente, se habla de educación disruptiva, pero ¿cómo podemos definirla?
La educación disruptiva pretende romper con lo establecido para mejorar lo existente, se entiende como un modelo de educación personalizada en donde el aprendizaje se adquiere a través de la experiencia, reconoce las habilidades individuales, promoviendo que se desarrollen y expresen. Surge por la necesidad de responder a los requerimientos de una sociedad tecnológica y con mucha información disponible. En este sentido, Montessori, puede considerarse una educación disruptiva, surgiendo a principios del siglo pasado, no para responder a una sociedad tecnológica, pero sí por la necesidad de mirar a las niñas, niños y adolescentes como personas en desarrollo: inteligentes y creativas.
Dicho método educativo lleva más de 100 años en nuestro mundo, pero ¿cómo es que la Dra. María Montessori tuvo visión para que en la actualidad siga funcionando esta educación con los niños y adolescentes? Simple, la clave está en que se basa en la construcción de habilidades para adquirir herramientas para toda su vida, por lo que se educa la libertad del individuo para que tenga la capacidad de orientar sus intereses y que a través de él o ella, vaya trabajando en el desarrollo de su persona.
Así que el cambio en el modelo educativo es necesario para promover el desarrollo de las habilidades de aprendizaje y de un pensamiento crítico. Actualmente, los niños, niñas y adolescentes están expuestos a consumir mucha información a través de medios digitales, por lo que la escuela les ayuda a procesarla y analizarla. En la sociedad actual, a los jóvenes se les considera nativos digitales; nacieron en una era altamente tecnológica.
Por otra parte, el ser humano aprende lento; primero tiene que desarrollar las habilidades y después utilizarlas. En los primeros 6 años de vida (la infancia), desarrolla esas habilidades a través del movimiento y el uso de sus sentidos. Por eso el aprendizaje es personalizado, sabemos que los intereses y habilidades son distintas en cada persona. Los materiales están diseñados para que despierten su curiosidad, observen, experimenten, repitan, se equivoquen, clasifiquen y construyan conocimiento.
En la infancia iniciamos con actividades familiares y cotidianas a las que les llamamos “Vida Práctica”; ejercicios que responden a la necesidad de explorar y conocer el mundo que le rodea. Son actividades familiares, interesantes, para realizarlas. Se les muestra una secuencia de pasos, por tanto, ejercitan la memoria, usan sus sentidos, se estimula el equilibrio, la coordinación gruesa y fina, calculan, miden, resuelven las dificultades que se les presentan y realizan el ejercicio sin importar el resultado. Por ejemplo: lavar la mesa, lo hacen no porque esté sucia, ni para que esté limpia, es solo el pretexto para seguir una secuencia ordenada de pasos: usar agua, jabón, una esponja, un cepillo y muchas más acciones. El proceso del trabajo es lo más importante, todo lo que pueden experimentar y aprender mientras manipulan, exploran y utilizan el material.
A través de la experimentación directa conocen el mundo que les rodea, lo conceptualizan, aprenden a preguntarse, predicen posibles situaciones y buscan soluciones. Las primeras experiencias son con el cuerpo, cuando pasan a la niñez, de los 6 a los 12 años, la experiencia es con el intelecto, han desarrollado las habilidades necesarias: Memoria, capacidad de abstracción, lógica y razonamiento. Entonces pueden imaginar más allá de lo que les rodea, pueden empezar a crear.
Están acostumbrados a observar, predecir, experimentar, concluir y construir conocimiento. En esta era de la información y de grandes avances tecnológicos, se necesita educar personas con curiosidad, flexibles, propositivas y transformadoras, para que no solo consuman información, sino que sean capaces de procesarla, entenderla y transformarla. Que puedan usar la tecnología, pero sobre todo de crearla.