¿Qué es lo que hace a los seres humanos capaces de inventar herramientas, crear arte o escribir novelas? ¿De dónde sale la imaginación y la creatividad; la capacidad de tener nuevas ideas?
Recordemos que el ser humano se construye de experiencias. Al nacer, tiene el potencial de llegar a hacer todo lo que se proponga, pero tiene que desarrollar habilidades, construir herramientas y aprender a gestionar sus recursos. Durante la infancia, la niñez y la adolescencia necesita experiencias para aprender de forma directa a través de sus sentidos y del movimiento, poco a poco desarrolla la imaginación, la capacidad de abstracción y su cerebro madura.
Dentro de cada persona hay un impulso primitivo que dirige su atención a un objeto o evento determinado, es distinto en cada persona, pero todas experimentan la curiosidad. Si se parte de ella, se logra obtener la atención. Cada niña o niño selecciona del mundo exterior lo que le interesa. A través del uso de los sentidos es que se pueden apreciar las cualidades de un objeto: forma, color, dimensión, peso, textura, temperatura, olor, sabor y más. A partir de esta experiencia, puede llegar a conceptualizar lo que le rodea.
A partir de la manipulación descubren la función del objeto, la experimentación les permite hacer conexiones de experiencias previas, llegan a ordenar, clasificar, predecir, concluyen y construyen conocimiento. Recorren un ciclo de lo desconocido a lo conocido. Con la práctica y repetición se va gestando el interés intelectual, el interés por aprender. La imaginación juega un papel fundamental en la percepción que tenemos de la realidad, es un ingrediente esencial del pensamiento y de la inteligencia.
La principal función de nuestro cerebro es garantizar la supervivencia de nuestro organismo, por tanto, la creatividad es una condición humana que nos permite encontrar soluciones, formas de avanzar y de aprender. Primero imaginamos y luego nos ponemos a trabajar para materializar nuestros sueños; sin imaginación no hay creación. La neurociencia ha demostrado que al imaginar se activan los mismos circuitos cerebrales cuando lo hacemos o lo experimentamos.
La vida cotidiana presenta desafíos que ponen a prueba las habilidades humanas, permite que tu hija o hijo, juegue, experimente con lo que hay a su alrededor, que use sus sentidos, que se mueva, permite que resuelva lo que se les presenta. Por lo que te recomendamos que no acudas en su ayuda de inmediato, no hagas las cosas que ya están listos o listas. Cada paso o proceso que realicé, podría ser de gran ayuda para la expresión de su creatividad.
Permite que elija su actividad, permite que pasen un tiempo solos y que se aburran. Evita las pantallas sí están en la infancia, en la niñez que la usen por tiempos cortos, tal vez media hora. Promueve actividades interesantes de acuerdo a su edad, tiempos libres donde puedan hacer actividades espontáneas y tiempo de relajación. Dale seguimiento a los temas que le interesan, lee con él o con ella. La creatividad se puede usar en todas partes, se necesita calma estructura, orden capacidad de ejecutar, para poder concretar lo que se imagina, es un ciclo que tiene un principio y un fin.
Por último, recordemos que dentro de la filosofía y metodología Montessori, dentro del proceso de la imaginación y creación, el infante debe desarrollar su vida interior para que ella o él desarrolle sus habilidades creativas de manera óptima para aplicar las funciones esenciales para su vida diaria. Por ejemplo, cuando los niños o niñas construyen torres con bloques u organizan sus propios “restaurantes” o “tiendas” durante el juego simbólico, están desarrollando habilidades organizativas, de planificación y de resolución de problemas que son esenciales para su vida diaria. Esta imaginación aplicada se convierte en la base de una vida interior rica, donde el niño o niña está constantemente conectando lo que imagina con lo que puede hacer en el mundo físico. Lo que la o el guía debe apoyar en su desarrollar en la vida interior del infante para ir preparando su creatividad, a través de tareas accesibles y atrayentes con el fin de evitar que pase a la divagación o pierda la riqueza de su vida interior.
Así que, la pedagogía Montessori permite que la vida interior del niño crezca y florezca, en equilibrio con el mundo exterior, preparando a las niñas y niños para enfrentar la vida diaria con confianza, creatividad y habilidades prácticas. Imaginan, crean y, lo más importante, aplican esas creaciones en un contexto real, desarrollando así una conexión sólida entre su capacidad de soñar y su habilidad para hacer realidad esos sueños en el día a día.