El Adulto Preparado en Montessori
Los seres humanos, como parte de las especies más avanzadas en la filogénesis, presentan periodos de dependencia más prolongados, antes de asumir o ser capaces de mostrar conductas adultas autónomas. Esta dependencia prolongada sirve para recibir cuidados, protección y aprendizajes, mientras se van desarrollando y madurando las habilidades. Por tanto, se necesita de personas adultas cercanas, de confianza y preparadas para acompañar el desarrollo.
La preparación de una persona que participa en la crianza, el cuidado o la educación de niñas, niños o adolescentes, implica bastante más que una simple preparación intelectual, es una preparación del carácter, una preparación espiritual, es un estudio de sí mismas. Participar en esta actividad es un privilegio; es la oportunidad de seguir aprendiendo y desarrollándose, es una contribución social para potenciar un cambio. Esta preparación inicia con un autoanálisis, un acto de humildad, para reconocer cuáles son las conductas o actitudes propias que puedan ser un obstáculo en la práctica educativa.
¿Cuáles son las motivaciones para estar con los niños, niñas y adolescentes?
En la pedagogía Montessori, se entiende la educación como una ayuda a la vida y al desarrollo. Para lo cual, se requiere de respeto, capacidad de asombro, humildad, ante los procesos de desarrollo que cada niña, niño o adolescente expresa.
Cuanto más, el adulto, aprenda de sí mismo y de sus alcances, más podrá aportar en la crianza y/o educación. Es importante resolver y sanar las vivencias pasadas para poder mirar hacia delante, vivir de manera responsable y creativa.
Un adulto preparado o un/a Guía Montessori piensa primero en sus necesidades y las satisface, para poder satisfacer las de las niñas, niños y adolescentes. Tiene fe en la especie humana, es su capacidad creadora, en su ingenio, en su capacidad de transformación, entiende que mientras exista vida existe la posibilidad de un cambio.
Toma conciencia de la responsabilidad que implica, de la importancia de su función: ser un adulto cercano, confiable y sensible, capaz de reconocer las necesidades de los niños, niñas y adolescentes, de satisfacerlas, de promover que desarrollen recursos, de construir herramientas para vivir la vida y resolver las situaciones que se les presenten.
El adulto preparado se mantiene atento, expectante para aprender de ellas y ellos, cada uno es diferente; con gustos e intereses distintos, con expresiones particulares. Se libera de expectativas aceptando a cada uno/a como es, guiándolo en su desarrollo, encauzando su energía creativa y promoviendo la expresión de sus potencialidades. Colocando como punto principal, el respeto al ritmo interno de cada infante, niño/a o adolescente, ya que en la actualidad se busca que las y los estudiantes acumulen más información y se olvida contemplar las conquistas internas que van obteniendo durante su desarrollo. En ocasiones, queremos que el o la niña ya sepa leer, escribir, sumar, restar, multiplicar, conjugar y mucho más, pero nos olvidamos de la educación a través de la libertad del pequeño/a individuo para instruir de mejor manera su interés bajo la orientación del o la guía.