¿Sabes realmente qué es lo que marca la diferencia entre una escuela de Método Montessori, como Montessori Lancaster, y una escuela tradicional? Desde el enfoque hacia los alumnos y la autonomía, hasta los niños de diferentes edades conviviendo en un mismo salón, queremos presentarte una lista de las principales diferencias entre ambos tipos de colegios, y por qué Montessori tiene una perspectiva que ha llamado tanto la atención por muchísimos años y que poco a poco se vuelve la predilecta para educar a las nuevas generaciones, evitando cometer los mismos errores de la escuela tradicional.
Diferencias entre un colegio Montessori y un colegio tradicional
No hay maestros, hay guías
El concepto que tiene el método Montessori de “maestros” no es como en la escuela tradicional. No son adultos que se paran frente al grupo a dar lecciones, sino que se ubican al margen del aula, dando el apoyo necesario para que los niños realicen sus tareas de manera autónoma, interviniendo solo si es necesario, recibiendo el nombre de guías más que de maestros.
Todas las tareas se hacen en clase
En la escuela tradicional, además de realizar actividades en clase, se le marca a los niños deberes que cumplir en casa. Con el método Montessori esto no sucede, ya que se espera que los niños tengan el tiempo necesario durante clases para realizar sus actividades, además de que se valora el tiempo libre de los niños, que deben pasar con su familia y desarrollando sus intereses y habilidades propias. El tiempo en la escuela debe aprovecharse, no extenderse.
No todos en el salón son de la misma edad
Una de las grandes peculiaridades del método Montessori que lo diferencian de la escuela tradicional, es que en esta se espera que todos los niños en un aula tengan la misma edad para cumplir un calendario académico adaptado a su edad, supuestamente. Sin embargo, cada aula Montessori cuenta con niños con edades en intervalos de 3 años. Hay niños de 3 a 6 años en un mismo salón, luego de 6 a 9 en otro y de 9 a 12 en el otro. Esto crea una mini-sociedad donde los pequeños se inspiran en los grandes y los grandes ayudan y corrigen a los pequeños.
No solo aprenden contenido académico
El concepto tradicional de escuela solo abarca contenido meramente académico, como matemáticas, ciencias e historia. Y aunque el método Montessori sí se preocupa por que los niños aprendan estas materias, también reconoce la importancia de otro tipo de conocimientos, como los de vida en el hogar, vida práctica, cuidado propio y del ambiente. Los niños comprenden el valor de su aporte a la sociedad aprendiendo a mantener su entorno limpio, arreglado, a vivir en comunidad, y muchas otras habilidades de la vida diaria que la escuela tradicional no se preocupa por enseñar.
Inspira a aprender, no obliga
Un punto clave que diferencia el método Montessori de la escuela tradicional, es que para el método Montessori, la prioridad es que los niños disfruten aprender y gusten de hacerlo por su propia cuenta, mientras que la escuela tradicional simplemente los obliga bajo el miedo de sufrir un regaño o una reprimenda académica si no realizan sus tareas. Esta diferencia es crucial, ya que es lo que provoca que los niños o disfruten la escuela y lo que aprenden, o se vuelvan apáticos y desmotivados para estudiar.
Centrado en los niños no en los guías
La educación Montessori está fuertemente enfocada en los niños, sus necesidades, sus habilidades e intereses, ya que los deja moverse a su propio ritmo realizando actividades que ellos mismos escogen por el tiempo que ellos quieran, o hasta dominarla por completo. En la escuela tradicional, el centro de atención es el maestro, y este es el que marca la pauta desde qué contenidos estudiar y por cuánto tiempo. Montessori procura que los niños sean autónomos en su aprendizaje desde el inicio, fomentando la independencia y responsabilidad.
Aprendizaje activo, no pasivo
En la escuela tradicional, los niños simplemente se sientan en un pupitre a escuchar al maestro dar clase durante toda la jornada escolar, con solo algunas actividades de retroalimentación en medio. En un colegio Montessori, los niños están todo el tiempo moviéndose, explorando, cambiando de actividad por una que les interese más, decidiendo ellos mismos qué es lo que quieren aprender ese día. El aprendizaje Montessori es activo y práctico, no pasivo y teórico.
Se aprende, no se memoriza
La escuela tradicional cuenta con métodos de evaluación que no miden realmente el aprendizaje verdadero de los niños sino su habilidad para memorizar información por un periodo de tiempo. El colegio Montessori promueve el aprendizaje verdadero, donde los niños no memorizan sino que aprenden mediante van realizando diferentes actividades que les permiten reconocer sus errores y corregirlos de manera autónoma, haciendo del aprendizaje algo más eficiente y duradero que simplemente memorizar unos apuntes.
Los niños colaboran, no compiten
En un aula Montessori existe el espacio suficiente para realizar actividades individuales y grupales, y estas son las que más fomentan la colaboración entre los niños, que aún siendo de diferentes edades buscan la solución a un problema en común juntos. De igual manera, en cualquier momento los niños pueden acercarse entre ellos y ayudarse con lo que necesitan. En la escuela tradicional, no se permite a los niños interactuar entre ellos durante clase, y el sistema de evaluación que les otorga un número del 1 al 10 a cada uno los vuelve competidores entre ellos en vez de colaboradores.
Libertad con límites, no reglas
Las aulas en una escuela tradicional están llenas de reglas y restricciones que limitan al niño y le restringen la conducta. En un aula Montessori se tiene plena confianza en los niños, por lo que salvo unas reglas básicas de comportamiento, ellos tienen completa libertad de moverse, hacer y repetir, según ellos mismos lo decidan. Este método aspira a formar adultos que reconozcan el valor del comportamiento por ellos mismos, no porque se les haya sido impuesto, y que de manera autónoma puedan tomar sus propias decisiones sin afectar a los demás. Los niños se vuelven más responsables y conscientes de sus acciones porque ellos mismos han experimentado y aprendido las consecuencias de sus estas, gracias a esta libertad con límites.